Por Paqui Godino. La Traviesa Ediciones.
La pandemia y las medidas que conlleva han evidenciado lo mucho que la sociedad necesita estar al aire libre. De manera generalizada, se ha sentido lo que llamamos déficit de naturaleza. Incluso entre la gente más urbanita, la falta de contacto con el medio natural es una de las privaciones más difíciles de sobrellevar.
Más allá de la situación actual, el hecho es que nuestro modo de vida y, especialmente, el de la infancia ha cambiado en las últimas décadas. Los niños y niñas pasan la mayor parte del día recluidos entre cuatro paredes, sufren el ritmo de unos horarios estresantes y sobrecargados de actividades y, en gran medida, de tecnología. Esto es lo que evidenció Richard Louv, ya en 2005, cuando acuñó el déficit al que nos referíamos, a partir de numerosas investigaciones empíricas que prueban las consecuencias de esta deficiencia de contacto con el entorno sobre las personas y, en especial, sobre la infancia. Se trata de uno de los factores que influyen en problemas físicos y psicológicos como la obesidad, la disminución de la capacidad motora, el déficit de vitamina D, la disminución de la capacidad de percepción sensorial, la depresión, la ansiedad, el estrés o las deficiencias de atención.
El Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría incluye este déficit entre las cuestiones a abordar, al constatar el prolongado tiempo que pasa la infancia en espacios cerrados, conectada a una realidad virtual. En condiciones normales, los estudios realizados en nuestro país indican que los niños y niñas de cuatro a doce años pasan más de 20 horas al día en espacios cerrados y casi 1.000 horas al año delante de pantallas. Solo uno de cada cuatro juega al aire libre cada día y aún menos en las ciudades.
Multitud de investigaciones corroboran que la naturaleza y el aire libre son fundamentales para la salud, el bienestar, el desarrollo personal y el aprendizaje. Además, la vinculación afectiva con la naturaleza, sobre todo en la infancia, es una de las principales estrategias para favorecer el desarrollo de actitudes y comportamientos proambientales a largo plazo. Tenemos argumentos más que suficientes para abrir la escuela al entorno.
Ahora es especialmente importante, porque como ocurrió en otros momentos de nuestra historia -a principios del siglo XX tuvo lugar con las primeras escuelas en la naturaleza, como las impulsadas por Rosa Sensat- hablamos de una cuestión crucial para la salud. Al hilo de la pandemia, se pone cada vez más en evidencia su necesidad.
Las últimas investigaciones y ejemplos exitosos en distintos países demuestran que abrir la escuela al entorno no solo es necesario, sino que es una de las mejores estrategias que podemos encontrar para niños, niñas, jóvenes y docentes para asegurar la salud ambiental escolar, ahora y en el futuro.
Un paso más para educar al aire libre
Como decíamos, la inclusión de la naturaleza en el sistema educativo formal está presente en nuestra historia educativa. Recuperar esta práctica y reforzarla es una de las principales tareas que nos hemos propuesto en La Traviesa Ediciones, desde el convencimiento de que el contacto con la naturaleza, con el entorno más cercano, es prioritario.
Creemos que el momento de la educación a cielo abierto ha llegadopara quedarse, porque otra escuela y otra educación no solo es posible, sino que ahora es más necesaria que nunca. Para lograrlo, la línea prioritaria que hemos elegido es la pedagogía de naturaleza, con la publicación de los siguientes títulos: Compartir la naturaleza. Juegos y actividades para reconectar con la naturaleza. Para todas las edades de Joseph Cornell y Guía de Escuelas en la Naturaleza. Información práctica sobre la vida y organización de experiencias educativas en la naturaleza en España de la Asociación Nacional EDNA.
Tras ello, con el objetivo de ofrecer aún más herramientas a la comunidad educativa hemos puesto en marcha una campaña de micromecenazgo, a través de la plataforma de la Fundación Triodos, para financiar la publicación del libro La Escuela a Cielo Abierto, con el que queremos ofrecer recursos para naturalizar el currículo y la vida escolar. Se trata de un manual para trabajar al aire libre las distintas áreas de conocimiento (ciencias de la naturaleza, ciencias sociales, lengua castellana y otras lenguas, matemáticas, educación física, educación artística y música). Incluye 200 actividades testadas por 170 docentes que desarrollan las competencias y contenidos curriculares, una introducción pedagógica y recomendaciones prácticas.
La escuela a cielo abierto, la educación destechada, significa abrir la escuela al entorno, con la incorporación de la naturaleza al día a día. El entorno más cercano, el que encontramos en nuestras ciudades y pueblos, en el mismo patio del colegio, en el huerto, en un parque cercano o en un simple descampado… Y, así, no esperar al día de excursión puntual.
Os invitamos a que, desde vuestros respectivos ámbitos, os suméis a cualquier iniciativa que pueda hacer realidad una nueva educación, una educación destechada, una escuela a cielo abierto, al aire libre, más en contacto con su entorno, más saludable, segura, gratificante, estimulante y enriquecedora, tanto para el profesorado como para el alumnado. Construir una nueva escuela está en nuestra mano, hagamos posible el cambio.
+ Contribuir al crowdfunding para la publicación de La escuela a cielo abierto