Parece que el ser humano se empeña cada vez más en buscar espacios para habitar alejados de lo natural. Con la necesidad de aprovechar el espacio al máximo, se va aprisionando poco a poco entre tanto ángulo de 90º, maravilloso para que todo encaje perfectamente como un puzzle, pero limitador para la creatividad y para el espíritu.
Richard Buckminster Fuller (1895-1983), fue un arquitecto, diseñador, visionario, escritor e inventor, que se hizo famoso por el estudio que hizo sobre los domos geodésicos. Intentó crear un espacio para habitar más sostenible y más humano, que además pudiese ser fácilmente construido por cualquier persona. Partiendo de la figura geométrica más sencilla y más resistente que existe, el triángulo, y basándose en los sólidos platónicos, desarrolló una de las estructuras más fuertes que se conocen. Su forma curva es capaz de soportar terremotos de gran magnitud, además de vientos huracanados o la acumulación de nieve. Son estructuras que se autosustentan, por lo que no necesitan columnas, y son relativamente fáciles de construir y transportar.
¿Cómo se construye un domo?
Cuando vamos a construir un domo, tenemos que observar el entorno para elegir los elementos más naturales a nuestro alcance. La madera es, sin duda, el material accesible más noble y que más beneficios tiene tanto para quien habita en su interior como para el medio ambiente.
Los iglúes de los esquimales tienen muchas similitudes con el domo. Aparte de la forma semiesférica de ambos, el material con el que están construidos, es de alguna manera parecido en cuanto a que lo podemos encontrar en la naturaleza y que no deja rastro ni daños en el entorno.
Habitar un espacio que está construido con los materiales que nos rodean, parece la forma más lógica de vivir.
Construir una cúpula geodésica puede ser una experiencia maravillosa, en la que uno mismo aprende a diseñar un espacio más auténtico, más sano, menos agresivo con el entorno. Si bien estar dentro de una de estas construcciones es algo mágico, la sensación es mucho más grande si somos nosotros mismos los que lo hemos construido.
Su forma curva, sin esquinas y los materiales con los que generalmente están construidos, hacen que realmente estemos mucho más en armonía que si entramos en una típica construcción moderna de cualquier ciudad del mundo.
Recordemos que nuestra primera vivienda antes de nacer, fue una especie de domo, en la que nos sentíamos totalmente protegidos.
Además su uso no está limitado únicamente a la vivienda. Este tipo de construcciones nos pueden servir para infinidad de posibilidades como podría ser un invernadero, sala de yoga, aula de naturaleza, sala de juegos para los niños, aula de innovación…
Si tenemos en cuenta que la propia construcción en grupo es ya de por sí una experiencia enriquecedora en la que todos aprendemos, además de una técnica constructiva, a trabajar en equipo, la sensación de satisfacción es plena, una vez hemos terminado el trabajo y nos encontramos dentro observando el espacio que hemos creado entre todos.
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