¿Puedes decirnos cómo y por qué surge la organización en la que trabajas?
Médicos Sin Fronteras (MSF) surge en 1971 en Francia fruto del descontento de una serie de médicos y periodistas que deciden unir la asistencia médica y el testimonio para defender una acción médica independiente de intereses geopolíticos. Basados en un compromiso innegociable con las personas que más sufren, tenemos una finalidad clara: preservar su vida, aliviar su sufrimiento y devolverles la dignidad.
Desde entonces, hemos proporcionado asistencia médico-humanitaria en los principales conflictos y desastres de los últimos 45 años gracias al apoyo y la confianza de más de 6 millones de personas en todo el mundo.
¿Desde cuándo formas parte de la organización y por qué en esta y no en otra?
Empecé en 2001 como médico de terreno en Somalia. He estado en Congo, Darfur, Angola, Zambia, Etiopía, Yemen, India, Pakistán o Timor, entre otros contextos. Y tanto como médico como persona he encontrado en Médicos Sin Fronteras una organización con principios y forma de trabajar con los que me siento plenamente identificado. Respeto muchísimo el trabajo de todas las organizaciones que ponen el componente social como central en su forma de ser y actuar, y todas son necesarias, siempre que se respeten escrupulosamente los principios y la ética profesional que han de guiarlas. Pero es en MSF donde he desarrollado y crecido en mi compromiso con las poblaciones que más sufren.
¿Cuáles son los grandes retos a los que se enfrenta tu organización?
En MSF trabajamos a diario sobre el terreno intentando paliar los efectos de lo que los gobiernos ven sobre el papel. En ese sentido la complejidad de los conflictos actuales nos reta cada día. Priorizar estos retos siempre es complejo. Nos preocupa la falta de acceso a las zonas del mundo donde se concentra el sufrimiento humano: Yemen, Siria, Somalia…; las políticas migratorias improvisadas e inspiradas por gobiernos que anteponen sus intereses al drama humano que viven millones de personas, la inmunidad ante los ataques a la misión médica y a las consecuencias que tienen sobre los más vulnerables, el alto precio de los medicamentos, la falta de investigación en enfermedades olvidadas...retos en el terreno no nos faltan…y en España quizás nuestro reto más importante es superar la indiferencia de parte de nuestra sociedad al sufrimiento de las personas que luchan por sobrevivir y no pueden esperar.
¿Cómo ves el futuro del sector en el que trabajas?
Desde MSF más que hacer pronósticos sobre el sector, preferimos valorar nuestra propia evolución. Lamentablemente hemos crecido sobrepasados por las necesidades que existen en los contextos humanitarios más graves. En general se han deteriorado nuestras condiciones de acceso, y se ha limitado de manera fundamental nuestra proximidad a los pacientes. Hay claramente un cambio en la actitud de los grupos armados totalmente inmunes a las consecuencias de sus ataques a la misión médica, y no sólo en ellos, muchos grupos de presión occidentales están criminalizando la ayuda que prestamos cuando nos mueve el simple e incuestionable deseo de ayudar a las poblaciones más vulnerables. El diagnóstico hasta aquí no es muy positivo. Pero por otro lado cada vez somos más los que formamos este grupo de personas que han decidido no mirar hacia otro lado ante este sufrimiento. Sentir que no estamos solos y que cada vez somos más anima en el terreno a seguir adelante.